domingo, 11 de enero de 2015

PARTE II: El baúl II o La importancia de mudar la piel


   El interior del baúl está revestido con un papel muy fino. En la base, esmerilado. En los rincones, opaco. Desgastado por los bordes. Despintado por el frente. La mayoría de las flores que se imprimen sobre esta piel se han desvanecido con el tiempo y sus colores trasformados se han quedado en desacuerdo. 

   Esta epidermis ya no sirve. Agrietada e inflamada no alcanza a vislumbrar que su mayor logro será por fin, ceder. Dar paso a otras texturas, colores y aderezos que permitan que un nuevo tiempo pueda acomodarse en sus noventa grados.  

   Pero aún queda un último momento de esplendor para este papel. Mientras el paño húmedo acaricia la superficie, aquellas flores, que parecían marchitas, vuelven a centellear por un instante insufladas por el agua tibia, y se engañan a sí mismas al recobrar algo de su verdad. Mientras esta primavera desaforada conquista centímetros de papel, la rutilante espátula arranca de raíz ese efímero sueño de volver a ser. Ya es tarde, ya es muy tarde para esta piel, y aquellas burbujas levantadas no hacen más que acelerar el trabajo de la cuchilla, que inexorable, arrastra, con su frenético zarpazo, a una multitud de virutas de papel, que nuevamente, poco a poco, vuelven a perder su tez.