Si nos quedamos con lo visto hasta ahora, en las anteriores entradas, nos encontraríamos con una ciudad hecha a nuestras expectativas. Fastuosa y remilgada. Clásica y romántica Bonita pero previsible. Es cierto que Viena no puede escapar de Viena. Mozart, Sissi, Francisco José, música clásica... La ciudad está cincelada con estas referencias y el turista ha pagado su "entrada" para que le satisfagan con lo prometido. Y es lo que vas a encontrar. Gran parte de la ciudad está clonada en pos de Mozart, la música clásica y Sissi. En las plazas más turísticas hay vendedores de entradas para conciertos, los restaurantes venden cenas románticas en compañía de violines bajo la luz de las velas y en los escaparates se agolpan las imágenes de Mozart y sus bombones o Mozartkugeln (bola de Mozart). Las artes escénicas y los teatros no consiguen zafarse con facilidad del peso que la ópera ejerce de manera transversal sobre toda la ciudad. Pero Viena tiene una fuga en su coraza decimonónica que le otorga el revulsivo necesario para quitarse el miriñaque y destensar su corsé. El aire fresco de la urbe austriaca llega principalmente a través de la pintura. Te invito a descubrir los museos más "in" de Viena.
La Albertina
En el lado sur del Palacio Real o Hofburg se ubica la galería de arte Albertina instalada en los aposentos privados del palacio para sus invitados y subrayada por el contemporáneo voladizo metálico de Hans Hollein. Hoy en día aún quedan salas que nos recuerdan el pasado imperial y lujoso de este edificio en contraste con las diáfanas salas que alberga la valiosa colección pictórica que emprendió Alberto de Sachsen-Teschen, hijo político de María Teresa. Lo más representativo y conmovedor de esta galería es la espectacular colección permanente que recoge los 130 años de pintura que van desde el impresionismo francés a nuestros días. Las firmas de Monet, Degas, Renoir, Chagall, Picasso o Malewitsch inundarán tus retinas de emociones tan palpitantes que pronto cambiará tu percepción de la realidad. Rechaza el ostracismo que nos impone la realidad y busca en el interior de estos lienzos otra forma de excitar tu epidermis.
Una propuesta más rompedora, en pleno centro de Viena, la encontramos en el Palacio de Invierno del príncipe Eugenio de Saboya. Un palacio barroco al servicio del arte de nuestros días que se pliega a las exigencias de nuevos guiones. Durante nuestra visita las estancias palaciegas estaban sumidas bajo el influjo de las luces, espejos y gigantes caleidoscopios del artista danés Olafur Eliasson. Algo impensable en otras atrincheradas culturas que segregan su arte bajo un patético formalismo paternal. - ¡Qué a gusto me he quedado!
Dejando las hordas de turistas del centro de la ciudad, cruzando el Ring por el Parque de María Teresa, llegamos hasta el Mueums Quartier. Un entramado de museos dentro de los edificios que pertenecían a los establos imperiales en donde se han levantado a su vez nuevas estructuras modernas. Por algo es el octavo complejo cultural más grande del mundo. De todos los museos que concentra la superficie destacamos el MUMOK (Museo de Arte Moderno), envuelto en su cáscara de lava basáltica y el Leopold Museum. El primero ofrece una visión del arte moderno que pasa por el Pop Art, Fluxus o el Neorrealismo. El segundo es un maravilloso encuentro con el expresionismo austriaco con la mayor colección del mundo de Egon Schielle y algunas obras de Klimt.
Junto a la Academia de Bellas Artes, envuelta del ambiente universitario que se respira en esta zona de la ciudad, encontramos La Secession de Viena. El edificio es testigo del modernismo de principios del siglo XX, y aunque algo ajado, su Art Nouveau sigue encandilando a los que lo visitan. Centro revolucionario de la vida artística de 1900 constituye el principal eslabón, y no tan conocido para los turistas, que nos une a la figura de Klimt. Un grupo de artistas, cansados de la interpretación del arte que la Asociación de Artistas Austriacos venía ejercitando, decide desligarse para conformar una nueva corriente de trabajo empeñada en buscar un nuevo lenguaje alejado de los dictámenes industriales de la época. Arquitectos, pintores, escultores... Hasta 19 miembros conformaron este grupo segregado que escandalizó y encandiló por igual y del que Gustav Klimt fue el primer presidente. La Secession, realizada por J. M. Olbrich en 1897, se convertía en el edificio que albergaría las exposiciones correspondinetes a los nuevos dictámenes de esta nueva ola artística inscrita en el modernismo. Los elementos de la naturaleza que la decoran, aunque breves, constituyen un refinado ejercicio de síntesis de este estilo. La cúpula de hojas doradas que corona el edificio, los místicos búhos de los costados y el sencillo labrado de árboles de la fachada principal es un juego de reinterpretación decorativa tan delicado que resulta fascinante. Antes de entrar podemos leer: " A cada época su arte, al arte su libertad". Una de la exposiciones más famosas que tuvieron lugar en el edificio fue la dedicada en 1902 a Ludwing von Beethoven. De aquel hito se conserva el Friso de Klimt que escenifica la IX sinfonía de Beetthoven interpretada por Wagner. Considerado como uno de los emblemas del Art Nouveau vienés el Friso monumental reinterpreta la música a través de una serie de ninfas, genios y humanos en busca de la felicidad. Actualmente, la Secession continua con su labor rompedora acogiendo exposiciones de arte moderno de gustos muy particulares.
Otro arquitecto ligado a la corriente modernista de La Secession fue Otto Wagner. Su figura es muy respetada en la ciudad y podéis ver algunas muestras de sus obras arquitectónicas en Karlsplatz o junto al Naschmarkt (el mercado más grande de Viena). En sus fachadas podrás disfrutar de una radiografía del simbolismo que bullía bajo los dictámenes de este grupo de artistas.
Pero si hay un lugar que cualquier amante del arte no puede perderse es Schloss Belvedere. El complejo barroco del siglo XVIII está conformado por dos palacios que pertenecieron al príncipe Eugenio de Saboya. El primero fue el Unteres Belvedere y hoy es un palacio más en el que deleitarse con las formas de vida de la época. Endiosado por sus victorias militares Eugenio construyó un segundo palacio, el Oberes Belvedere, que es el edificio más vistoso del recinto y en el que se guarda una fascinante colección artística que parte de la Edad Media hasta las corrientes del siglo XX. Aquí encontrarás la colección más extensa de Klimt, principal atractivo expositivo del museo. Tan sólo dos salas guardan con rigor las características del palacio: la sala Carlone y la sala de Mármol, el resto ha desaparecido. Merece la pena disfrutar del paseo entre sus fuentes, las vistas de Viena desde el Oberes Belvedere son impresionantes. Deambular por sus galerías, audioguía en mano, es un ejercicio de sometimiento ante la belleza disoluta de la multitud de obras que guardan sus muros. Una variedad tan apabullante en donde no es difícil encontrar algo que te seduzca.
RECOMENDACIONES:
- Salir del camino trillado te va a costar más dinero. El Palacio de Invierno, el Belvedere y la Secession no entran dentro de las ventajas y descuentos de las tarjetas turísticas de la ciudad. Tendrás que decidir por qué quieres apostar. Si eres un amante de Klimt no podrás perderte ni el Belvedere ni la Secession. Si has de elegir entre los dos, el Belvedere te ofrecerá mayor entretenimiento. La Secession quiere hacer el agosto gracias al Friso de Klimt. Es muy bello, pero es lo único de interés que contiene ya que lo mejor del edificio se encuentra en el exterior.
- Nosotros descubrimos el trabajo de Egon Schiele y caímos fascinados ante su obra. Os deseamos un feliz encuentro entre los muchos artistas que guardan los museos vieneses.
- Para conocer los entresijos que se esconde tras una de las obras más conocidas de Klimt (Retrato de Adele Bloch-Bauer I) te recomiendo la película La dama de oro de Simon Curtis.
La Secession
Junto a la Academia de Bellas Artes, envuelta del ambiente universitario que se respira en esta zona de la ciudad, encontramos La Secession de Viena. El edificio es testigo del modernismo de principios del siglo XX, y aunque algo ajado, su Art Nouveau sigue encandilando a los que lo visitan. Centro revolucionario de la vida artística de 1900 constituye el principal eslabón, y no tan conocido para los turistas, que nos une a la figura de Klimt. Un grupo de artistas, cansados de la interpretación del arte que la Asociación de Artistas Austriacos venía ejercitando, decide desligarse para conformar una nueva corriente de trabajo empeñada en buscar un nuevo lenguaje alejado de los dictámenes industriales de la época. Arquitectos, pintores, escultores... Hasta 19 miembros conformaron este grupo segregado que escandalizó y encandiló por igual y del que Gustav Klimt fue el primer presidente. La Secession, realizada por J. M. Olbrich en 1897, se convertía en el edificio que albergaría las exposiciones correspondinetes a los nuevos dictámenes de esta nueva ola artística inscrita en el modernismo. Los elementos de la naturaleza que la decoran, aunque breves, constituyen un refinado ejercicio de síntesis de este estilo. La cúpula de hojas doradas que corona el edificio, los místicos búhos de los costados y el sencillo labrado de árboles de la fachada principal es un juego de reinterpretación decorativa tan delicado que resulta fascinante. Antes de entrar podemos leer: " A cada época su arte, al arte su libertad". Una de la exposiciones más famosas que tuvieron lugar en el edificio fue la dedicada en 1902 a Ludwing von Beethoven. De aquel hito se conserva el Friso de Klimt que escenifica la IX sinfonía de Beetthoven interpretada por Wagner. Considerado como uno de los emblemas del Art Nouveau vienés el Friso monumental reinterpreta la música a través de una serie de ninfas, genios y humanos en busca de la felicidad. Actualmente, la Secession continua con su labor rompedora acogiendo exposiciones de arte moderno de gustos muy particulares.
Estación de metro de Karlsplatz y kioskos de Otto Wagner
Otro arquitecto ligado a la corriente modernista de La Secession fue Otto Wagner. Su figura es muy respetada en la ciudad y podéis ver algunas muestras de sus obras arquitectónicas en Karlsplatz o junto al Naschmarkt (el mercado más grande de Viena). En sus fachadas podrás disfrutar de una radiografía del simbolismo que bullía bajo los dictámenes de este grupo de artistas.
Oberes Belvedere
Sala Carlone, Oberes Belvedere
Pero si hay un lugar que cualquier amante del arte no puede perderse es Schloss Belvedere. El complejo barroco del siglo XVIII está conformado por dos palacios que pertenecieron al príncipe Eugenio de Saboya. El primero fue el Unteres Belvedere y hoy es un palacio más en el que deleitarse con las formas de vida de la época. Endiosado por sus victorias militares Eugenio construyó un segundo palacio, el Oberes Belvedere, que es el edificio más vistoso del recinto y en el que se guarda una fascinante colección artística que parte de la Edad Media hasta las corrientes del siglo XX. Aquí encontrarás la colección más extensa de Klimt, principal atractivo expositivo del museo. Tan sólo dos salas guardan con rigor las características del palacio: la sala Carlone y la sala de Mármol, el resto ha desaparecido. Merece la pena disfrutar del paseo entre sus fuentes, las vistas de Viena desde el Oberes Belvedere son impresionantes. Deambular por sus galerías, audioguía en mano, es un ejercicio de sometimiento ante la belleza disoluta de la multitud de obras que guardan sus muros. Una variedad tan apabullante en donde no es difícil encontrar algo que te seduzca.
Estudio de trabajo de Gustav Klimt
RECOMENDACIONES:
- Salir del camino trillado te va a costar más dinero. El Palacio de Invierno, el Belvedere y la Secession no entran dentro de las ventajas y descuentos de las tarjetas turísticas de la ciudad. Tendrás que decidir por qué quieres apostar. Si eres un amante de Klimt no podrás perderte ni el Belvedere ni la Secession. Si has de elegir entre los dos, el Belvedere te ofrecerá mayor entretenimiento. La Secession quiere hacer el agosto gracias al Friso de Klimt. Es muy bello, pero es lo único de interés que contiene ya que lo mejor del edificio se encuentra en el exterior.
- Nosotros descubrimos el trabajo de Egon Schiele y caímos fascinados ante su obra. Os deseamos un feliz encuentro entre los muchos artistas que guardan los museos vieneses.
- Para conocer los entresijos que se esconde tras una de las obras más conocidas de Klimt (Retrato de Adele Bloch-Bauer I) te recomiendo la película La dama de oro de Simon Curtis.
Arriba la Secession!! (y el Belvedere!!) Muchas horas me da a mi que hacen falta para zambullirse en tantos artistas por descubrir...
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