La gran caja de madera costrosa y polvorienta, desvalijada de momentos y preñada de óxido ha dado lugar a otra cosa. Esta otra cosa ya no huele a humedad sino a madera pulida y a pegamento fresco. Está surcada por listones nuevos que enmarcan sus nuevas caras y que muestran otros deseos. Por aquí y por allá algunos embellecedores se prestan para simular algunas pifias sin saber si éstos intentan, realmente, esconder el error por vergüenza o arropar la ingenuidad con decoro. Sea como fuere, nuevos remaches uniformados de antiguo disuaden a lo poco que que
da de rebelde. El papel, personalísimo, intuye lugares y muestra momentos. Pero es displicente y se jacta con algunos juegos que nos hacen enrojecer. Como castigo ha de compartir protagonismo con la altanera polipiel que conspira para esconder la apertura de la tapa.
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