(Vistas de la Mezquita desde el camino de la Tenería)
Siglo XXI. Crisis económica, guerras, corrupción, paro, independentismo, cambio climático... Cuando todo lo que conocemos parece desmoronarse y la razón deja de construir para nuestro bien y nos obliga a zozobrar a cada paso, es la exaltación de las emociones y los sentimientos las que sumergen la apatía, desafecto y menosprecio calmando nuestro agrio y desconsolado talante. Estamos abocados a la repetición. A volver a reencontrarnos en lugares más placenteros. En el siglo XIX las guerras napoleónicas y la crisis en los sistemas del Antiguo Régimen provocaron en el arte un rechazo absoluto de la razón oscilando hacia la profusión de sentimientos y pasiones que se materializaría en el romanticismo. Hoy, con la ola vintage, la superpoblación hipster, el culto a la cocina, al producto natural, ecológico y tradicional volvemos a poner en valor aquellos referentes pasados que nos salvan de nuestro presente. En esa huida que pueda calmar nuestro desasosiego está el mundo rural. Sus permanentes tradiciones, la sabiduría de su cocina, el diálogo con la naturaleza y el paso calmado de sus calles empedradas nos cobija maternalmente y lame nuestras heridas. Este nuevo neoromanticismo del que todos y todas formamos parte nos vincula con fuerza con aquellos sentimientos que están a flor de piel y que son un estupendo acicate para nuestros desgastados pies. Buscando ese consuelo nos acercamos a Almonaster la Real en la Sierra de Aracena, Huelva. Pero no lo hacemos un día cualquiera. Viene rodado se presenta en plenas Jornadas Islámicas, con amenaza de lluvia y anhelantes por sentir y buscar lo auténtico.
(Plaza del Ayuntamiento)
Almonaster la Real es uno de los pueblos más pintorescos de la sierra onubense. Destila calma y desparpajo rural. Rodeado por ríos y arroyos, las calles del pueblo crestean la abrupta geografía hasta llegar a la Mezquita desde donde se disfruta de unas magníficas vistas de la Sierra de Aracena y El Andévalo. Pero Almonaster, este fin de semana, está de fiesta, concretamente, en la XVI Jornadas Islámicas. Celebra su envidiable historia ligada al mundo islámico y ha engalanado sus calles con banderolas, puestos artesanales y gastronómicos que surcan el centro del pueblo reavivando comercios y restaurantes. La villa está tomada por los turistas que frenéticos deambulan buscando recuerdos de su visita o degustando los productos de la zona. Son muchos los que pecan en los tenderetes de pastelería y los más jóvenes se dejan seducir por la bisutería. Pero en estas jornadas también hay tiempo para la reflexión y el estudio de la cultura islámica y para ello este año se celebraba el XI Simposio Internacional; la imagen y la palabra en el Islam.
(Iglesia de San Martín)
Transitando por el perfecto empedrado de sus calles podrás disfrutar del mimo con el que el pueblo ha vestido su realidad para crear un espacio mágico en el que el visitante pueda soñar. Con la música impregnando cada rincón del zoco y los animadores en forma de bailarines y músicos apostados en cada esquina dejamos atrás el bullicio para ascender hasta la fortaleza dominada por la Mezquita de Almonaster.
(Mezquita de Almonaster la Real)
La Mezquita se asienta sobre las ruinas de una iglesia visigoda del siglo V. Aprovechando los restos de la anterior fortaleza romana y la visigoda, a finales del siglos IX o principios del siglo X se alza este monumento de ladrillo durante el califato. La obra revive un mundo rural, alejado de la corte, que utiliza elementos y formas constructivas modestas que la dotan de un magnetismo romántico que encandila al visitante. La belleza de lo pequeño, el orgullo de lo modesto y el cariño de lo cercano que únicamente el mundo rural sabe plasmar en sus rincones. La Mezquita ha sufrido transformaciones, el más evidente se encuentra en la torre campanario pero que aún así se amolda perfectamente a la singularidad del edificio. El pequeño patio de las abluciones es un coqueto rincón robado a la piedra en el que repiquetea el agua. Sabia bienvenida la de esta agua que da paso a las cinco naves que conforman la ecléctica sala de oraciones en donde los capitales y columnas reaprovechadas se convierten en un museo vivo y personal de otras épocas. Un edificio contenedor de historias y recuerdos desde el que admirar el horizonte a través de un espléndido balcón abierto en época cristiana hacia los bellos montes onubenses y desde el que intentar alcanzar los secretos que quedaron en el pasado.
(Camellos como una de las atracciones de las XVI Jornadas Islámicas)
(Sala de las oraciones)
(Fuente de abluciones)
Almonaster la Real es un ejemplo claro de lo que fuimos, un cuadro de Eugène Delacroix viviente por el que pasear. Es por ello que te recomiendo que olvides todo lo que te entumece y enreda y vueles hacia esta villa pintada para el recuerdo, la ensoñación y el placer. Almonaster la Real te espera encarnada en Mezquita, verde y ocre en riberas y montañas, albar en sus calles e irisada en emociones.
(Vistas de Almonaster la Real desde la Mezquita)
RECOMENDACIONES:
- Durante las Jornadas se habilitan numerosos aparcamientos en las afueras del pueblo por dos euros.
- Almorzamos en el Mesón Miguel Tenorio. La comida es normal, el trato agradable y el lugar tiene historia. Aquí vivió Miguel Tenorio uno de los queridos de Isabel II.
(Patio del Mesón Tenorio)
- En general, durante las jornadas ten paciencia si quieres almorzar en mesa, intenta reservar con tiempo, aunque, no en todos los lugares podrás. El Mesón Isabel II tenía buena pinta.
- No olvides probar el tomate rosado de la zona. Nosotros nos hicimos con un tarro de mermelada de este tomate.