jueves, 31 de marzo de 2016

Viena o El inicio de una bonita historia de amor

   
Viena desde la Catedral de San Esteban

   Viena posee tantas referencias en nuestro imaginario que viajar a la capital austriaca es mas una peregrinación dogmática que una visita de placer. Con tan sólo un pie puesto en Viena, el autobús que nos traslada del avión a la terminal posee un mensaje de voz de bienvenida que termina con una pieza de música clásica. Con media sonrisa nerviosa, ante la envestida de uno de sus tópicos nada mas llegar a la ciudad, nos preguntamos si en la aduana nos esperará alguien vestido de Sissi.

Plaza Schwarzenber

   Nos encontramos ante una ciudad pequeña, impoluta, muy accesible y con un metro tan cómodo, neutro y pulcro que se nos antoja un gigantesco aseo de hotel. Pero de hotel con estrellas, eso sí. Por suerte el exterior rompe con el trazado práctico y algo anodino de su subsuelo. Viena posee un centro perfecto para pasear. Es pequeño y muy llano y posee bastantes tramos peatonales o con restricciones para los vehículos así como un respetadísimo carril bici. El centro de la ciudad es animado y luce esplendoroso. Fachadas inmaculadas, ausencia de obras, establecimientos pomposos, calles comerciales, iglesias, palacios, teatros, museos,... Todo está tan al alcance de tu mano que tenemos que contenernos para no entrar en el primer monumento que encontramos en nuestro camino. Pero tranquilos, tranquilas. Os contendréis. Es el momento de hablar de euros. Viena no es económica. Los monumentos te arañan el bolsillo de lo lindo, y la comida, que no es especialmente sorprendente, termina dejándote pelado. Así que te recomiendo sensatez, elegir bien tus opciones y lanzarte de lleno. Sopesa bien tus días y decide si eres de los que disfruta entrando en todos los museos o te conformas con el top 10 de cada lugar.

Centro Internacional de Viena

   En Viena confluyen muchos estilos; aunque son el barroco y el neoclásico los que se llevan la palma. La ciudad es tremendamente evocadora y en cada esquina esperas la aparición estelar de Romy Schneider. Ringstrasse o Ring es la gran arteria circular que enmarca los principales tesoros vieneses Patrimonio de la Humanidad. El emperador Francisco José mandó destruir las fortificaciones de la ciudad a mediados del siglo XIX para dar paso a un sin fin de edificios públicos de incalculable valor. Más allá de este gran anillo no debes perderte el Museums Quartier, Karplatz y sus alrededores, así como el Schloss Belvedere y el Shloss Schönbrunn, este último algo más alejado. Hacia el norte, pasando el canal del Danubio, te espera el Prater y su noria invencible. Y aún más allá, con el cauce natural del Danubio a nuestras espaldas, se encuentra el moderno Centro Internacional de Viena que alberga una parte de la maquinaria de la Naciones Unidas y la Torre del Danubio.

Interior Ópera de Viena

   La oficina de turismo se encuentra frente al museo Albertina y muy cerca de la Ópera. Ésta debería ser tu primera visita. Tienes varias opciones: Vienepass o Vienacard (ver recomendaciones). Lo mejor de la oficina es que tiene una taquilla específica para los espectáculos y podrás conseguir entradas para la Ópera. En Viena la Ópera es un tesoro nacional y ha de ser compartido con el pueblo, y aunque está envuelta en la opulencia elitista del género, podrás conseguir entradas por 25 o 30 euros, algo impensable en nuestro país. No será el mejor lugar, pero podrás vivir una experiencia inigualable. Te recomiendo las entradas para estar de pie si te sientes lozano.

   Espero que estés preparado y preparada porque Viena es una fruta madura, suculenta y atractiva, que espera tu primer bocado. Continuará...


RECOMENDACIONES:

- ¿Vienapass o Vienacard? El primero te ofrece la posibilidad de entrar a la mayoría de los museos y sin colas. El segundo incluye transporte y descuentos en los museos y monumentos.  Ninguna de las dos tarjetas incluye todo el abanico turístico de la ciudad. Por ejemplo, el Belvedere va por libre. Nuestra recomendación. Si quieres ver mucho Vienapass (4 días 90 euros pax) junto con el bono de transporte (16 euros la semana de lunes a lunes). Si te conformas con una visita exterior de los monumentos y ver alguno puntualmente, Vienacard. Vienapass es un dineral pero suma como mínimo 10 euros por cada entrada. Si entras en diez o más de los principales monumentos ya habrás amortizado su uso.

- La tarjeta de transportes se puede comprar en los cajeros del metro. Sólo tendrás que sellarla una vez. Recuerda que el metro tiene una entrada sin tornos con máquinas para validar tu tique. En cinco días nos encontramos con un revisor. Allá tu.

- Optimiza tu tiempo. Viena es la ciudad de la cultura y casi nunca duerme. Sus museos siguen este dictamen y muchos de ellos permanecen abiertos hasta las 23:00 uno o dos días en semana.

- Si vas en verano ármate de paciencia. En pleno invierno la ciudad era un hervidero de turistas.

- Propinas. En Viena hay que dejar propinas. Cuidado con el datáfono, la primera opción para teclear no es tu pin sino la propina que quieres dejarle al camarero.

- El tranvía número 1 puede ser una bonita manera de acercarse al exuberante Ring.

- El cercanía S7 es la opción más fácil y económica (no llega a cinco euros) para llegar al centro de Viena. Existe un tren más rápido (20 minutos más rápido) pero vale más de el doble que el S7. No merece la pena.




      

martes, 29 de marzo de 2016

Berlín o Lo mejor de cada mesa

Currywurst

   Uno de los grandes atractivos de Berlín es su accesible comida. Por precio y elaboración, son platos abiertos a casi cualquier tipo de paladar. Hasta el más quisquilloso puede encontrar una mesa en la que deleitarse con un buen plato germánico. Ojo. Y no siempre es necesario sentarse. Si deseas comer algo rápido y barato entre museo y museo encontrarás en cada esquina un pequeño establecimiento de "currywurst". El McDonald´germánico sirve salchichas cocidas o asadas embadurnadas en salsa de tomate y curry espolvoreado. Un bocado con un punto justo de picante para entrar en calor. El cariño patrio hacia este plato está tan desarrollado que posee su propio museo muy cerca de Checkpoint Charlie

Black Pudding horneado en RutzBar

   En el otro extremo se encuentran locales a la última, con estrellas y sin ellas, que se adentran en una cocina más innovadora. La cocina de autor alemana, al menos, la que hemos probado, no ha llegado a satisfacer en demasía nuestro paladar. No estamos hablando de aberraciones o crímenes gastronómicos pero sentados a la mesa nos encontramos con platos desdibujados y sabores unidos con calzos. Eso sí, estos lugares te abren la posibilidad de adentrarte en el mundo de los vinos autóctonos. Y no tendrías un viaje completo a Berlín sin degustar alguno de sus Riesling. Vinos de uva blanca criados en las tierras fértiles del Rhin. Tranquilo, tranquila, con el precio de las copas no creo que consigas emborracharte.  Un buen lugar para adentrarte en el mundo de los vinos y la cocina creativa es el restaurante Rutz. Nosotros vivimos la experiencia económica (económica según qué) en su bar de tapas. El restaurante con dos estrellas Michelin no está al alcance de todos.

Goulash y salchichas cocidas

   ¿Lo que realmente nos emocionó? Las experiencias gastronómicas que captaron más nuestra atención fueron las relacionadas con la cocina tradicional alemana. Tenemos dos recomendaciones que no podrás perderte. Por un lado, viajando a la cocina del sur germánico, os aconsejamos una visita al restaurante Augustiner am Gendarmenmarkt. Un lugar tradicional, preparado para el turismo, pero que conserva lo mejor de la cocina bávara, incluidos camareros. Disfruta de unas buenas salchichas cocidas, un sabroso goulash (asado de carne) y un  pretzel recién horneado por un precio justo que no te costará abonar.

Codillo en Zur Letzten Instanz 

   La otra propuesta, y que hemos dejado para el final, es una visita al restaurante  Zur Letzten Instanz. Desde 1621 esta cocina lleva alimentando a los berlineses con el mejor codillo de la ciudad. Napoleón, Angela Merkel o Beethoven se han sentado en estas sillas. El lugar es muy acogedor, con elementos folclóricos que no chirrían y un trato bastante aceptable para el carácter alemán. Seguramente compartirás mesa. Algo bastante frecuente en estos lugares tan codiciados y que te permitirá completar la experiencia culinaria brindando con desconocidos mediante un educado: prost (salud). No olvides pedir postre.

Interior del Restaurante Zur Letzten Instanz

   


   

domingo, 27 de marzo de 2016

Berlín o Tiempo de ocio



   Cualquier viaje es grato. Hacer la maleta ya es un regalo. Nosotros somos concienzudos en nuestras salidas y nos gusta ceñirnos a un guión. Cuando a la suerte de viajar le sumas la suerte de tener tiempo de sobra para disfrutar de un lugar la ecuación es perfecta. En Berlín fuimos afortunados y contamos con el tiempo necesario para salirnos del guión y disfrutar de un mosaico de experiencias "made in" Berlín apasionantes. He aquí nuestros pequeños y grandes descubrimientos. Os mostramos el Berlín más pausado.


   Cerca de Gerdanmenmarkt viajarás a los fascinantes años veinte en el Quartier. Este centro comercial, formado por tres superficies que se unen a través de un pasaje subterráneo, es una estupenda parada para tomar un bocado gourmet y ver unas estupendas tiendas de ropa y arte que no están al alcance de todos.  En el quartier 206 te sentirás como una estrella de Hollywood bajando la escalera de caracol y dejándote envolver por las elegantes formas del art decó. Comer junto a la torre de coches aplastados de John Chamberlain en el quartier 205 es, sin lugar a dudas, una estupenda opción para descansar los pies. Para tomar café, nada mejor que las mesas alojadas junto al gigantesco embudo de cristal de Jean Nouvel en las Galerías Lafayette




   Si la climatología no te lo impide sal del centro de la ciudad para disfrutar como un berlinés más del gusto por los mercadillos dominicales. Te zambullirás en el gentío que colapsaba el Flohmarkt am Mauerpark. Saldrás del corsé turístico de la ciudad y te adentrarás en este espectáculo cotidiano del regateo y la ganga donde las formas no están demasiado delimitadas. Aquí respiramos otro Berlín. Más dicharachero y cercano, sucio y revuelto. Músicos junto al parque, cervecerías al aire libre, ropa de segunda mano, muebles vintage arremolinados por el suelo y la posibilidad de encontrar un regalo peculiar para el recuerdo (por ejemplo una máscara de gas).

Flohmarkt am Mauerpark

Flohmarkt am Mauerpark

   
Flohmarkt am Mauerpark

   Si aún te quedan ganas de coquetas boutiques o espacios de teatro te proponemos otra escapada del centro. Pasando el río Spree disfrutarás del entramado de patios Hackesche Höfe. Con un desigual estilo modernista estos ocho patios son un estupendo pasatiempo para buscar un capricho. Los mejores son el patio I y el patio VII.

Patio I en Hackesche Höfe
   
Patio VII en Hackesche Höfe
   
   La vida cultural berlinesa te espera con los brazos abiertos al caer la tarde. El cabaret es el espectáculo por excelencia de la ciudad. Hay muchas opciones. Nosotros pudimos disfrutar de The Wyld en el Friedrichspalast. Un espectáculo de principio a fin. Desde el edificio art decó hasta el pomposo espectáculo al más puro estilo Las Vegas.

   Interior del Friedrichspalast


   Esto no es tan original pero resulta casi un pecado no subir a la Torre de Televisión de Berlín o Fernsehturm para terminar el día. Su presencia ha sido constante durante casi todo nuestro viaje a Berlín. La obra más representativa de la República Democrática Alemana en Alexanderplatz se eleva 204 metros sobre el suelo. Parece adecuado terminar nuestra visita a Berlín desde esta atalaya, aunque la política de iluminación de los edificios en Berlín no sea la más adecuada, aunque cueste un dineral entrar,... 

Fernsehturm

   - ¿Saben lo que les digo? No suban. Berlín está al alcance de cualquiera. No hace falta estar por encima de la ciudad. Es inmensamente más reconfortante fluir por ella en bici o caminando. Disfrute de cada contradicción. Y déjese llevar. Y disfrute de cada momento. Porque el Berlín de hoy ya ha cambiado.


Berlín o Espacios para la resurrección

   
Estatua de Goethe en Tiergarten

   Si pasea por Berlín con serenidad, con el ojo avispado, urdiendo con tesón las diferentes pinceladas que muestra la ciudad sobre su guerra particular, descubrirá atónito la fortaleza de espíritu de los alemanes. Sus calles, plazas, parques y edificios son un canto a la vida. Una mirada hacia el futuro que soporta incansable el lastre del horror. La portentosa habilidad para acompañar la vida con la muerte sin que esta última trabe  el futuro. Así es el Berlín de posguerra. 

Scholls Bellevue

   El corazón verde de la ciudad se llama Tiergarten. Su cara invernal languidece entre sus ramas peladas y los pocos corredores que se animan a salir por sus avenidas. Aunque el parque ha estado unido a la ciudad desde hace siglos; primero como coto de caza para la monarquía y luego como parque público adecentado durante el siglo XVIII, tenemos que esperar hasta los últimos siglos para dotar de auténtico significado a este espacio. De este a oeste Tiergarten se divide por la avenida del 17 de junio recordando el alzamiento de Alemania oriental en 1957, que fue brutalmente sofocado por los tanques soviéticos. Pero el parque recuerda más heridas. Sirvió de abastecimiento para los berlineses durante la guerra. Sus árboles fueron talados para calentar los hogares de la ciudad. Será por esta razón por la que caminando por sus senderos la vegetación se nos muestra abierta y ligera. El parque también ha sido y es encuentro fortuito entre la comunidad gay y por ello se erige aquí un monumento a las víctimas homosexuales que fueron asesinadas por las doctrinas hitlerianas. Las grandes avenidas del parque confluyen en la Columna de la Victoria, erigida para recordar la faraónica labor de Otto von Bismarck. Un poco más al norte de esta glorieta encontramos la residencia del presidente de Alemania, Scholls Bellevue.  En su extremo más occidental se ubica el Zoo de Berlín. El zoo con más especies animales del mundo.

Columna de la Victoria

   Sin salir del distrito de Tiergarten, caminando hacia el sur, llegamos hasta Potsdamer Platz. La zona de tierra baldía que quedó entre la Alemania occidental y la oriental es hoy una sucesión de edificios de hormigón y cristal que luchan entre sí por captar la atención de los visitantes. Museos, comercios y oficinas caminan de la mano para mostrar al mundo una nueva Berlín, vibrante y apasionada, repleta de esperanzas. Tan sólo parte de la fachada del hotel Esplanade, del  Kaisersaal y alguna sección del muro nos recuerdan los hitos vividos por la plaza en otras épocas. 

Sony Center, Torre Deutsche Bahn, Torre Kollhof (de izquierda a derecha)

Sony Center y Museo del cine y la televisión

Kaisersaal Berlin con parte del lienzo del antiguo Hotel Esplanade

Torre Deutsche Bahn y Cúpula de cristal en forma de tienda de campaña

   La división de Berlín dejó huérfanos de museos a los habitantes de occidente. Para mitigar la pérdida se diseñó todo un complejo cultural integrado por varios museos junto a Potsdamer Platz. Bajo el nombre de Kulturforum descubrimos uno de los emblemas de Berlín, el edificio de la Filarmónica. Su exterior, sin duda, es diferente. Tanto que aún no se si nos gustó. Desgraciadamente no pudimos descubrir su interior que nos consta ha de ser espectacular. Un poco más adelante encontrará la Gemäldegalerie que está repleta de obras pictóricas de calado desigual y pocos nombres propios universales. Junto a este museo se encuentra el Kunstgewerbemuseum. Un edificio tan feo como su vecina Gemäldegalerie y tan aburrido como su nombre. Aquí pasearás por las artes decorativas y el diseño europeo desde la Edad Media hasta nuestra era. Un inabarcable edificio repleto de muebles y objetos de decoración capaz de arruinar la mañana a cualquier turista profano en la materia.

Filarmónica

Gemäldegalerie

Kunstgewerbemuseum

   Pero no siempre la ciudad ha zurcido sus heridas de la misma forma. Si hasta ahora, al menos en lo visto en esta entrada, Berlín buscaba levantar de la nada una nueva y original forma de vivir su presente, otras veces, la opción es mantener viva la herida del pasado. La iglesia neorrománica del Kaiser Guillermo de 1895 es el mejor ejemplo de esto último. Los terribles destrozos que sufrió el templo se han mantenido hasta hoy como monumento a la devastación. Hoy es uno de los lugares más fotografiados. Un pequeño museo recuerda los avatares de la guerra y la posguerra con la iglesia como nexo común. Impacta el diminuto interior que queda en pie. Los delicados mosaicos que han sobrevivido a los bombardeos son un minúsculo recuerdo de la belleza que tuvo que albergar en su interior. Junto a la ruina se han levantado un campanario y una iglesia octogonal que es un auténtico esperpento. Pero Berlín nos ha acostumbrado a las sorpresas, así que decidimos entrar. El interior es un enjambre de cristales azules entre los que fluye la imagen de un Jesús crucificado que parece volar a pesar de sus 300 kg.

Ruinas de la Iglesia del Kaiser Guillermo

Mosaicos en el interior de la Iglesia del Kaiser Guillermo

Interior iglesia modernista junto a la Iglesia del Kaise Guillermo


RECOMENDACIONES:

- Visita el Sony Center por la noche, la cúpula iluminada es realmente fascinante.
- Junto a la Iglesia del Kaiser Guillermo hay un singular centro comercial de ropa y objetos de diseño muy prometedores; el Bikini Center

Interior Bikini Center


sábado, 26 de marzo de 2016

Berlín o La isla de los cien años

   
Monumento a Otto von Bismarck en Tiergarten

   Con el final de la invasión napoleónica en 1810, comienza una nueva era de crecimiento económico para Berlín. El siglo XIX coloca a la ciudad como una de las más prometedoras del mundo, y las habilidades de Otto von Bismarck, durante su mandato como canciller entre 1862 y 1890, configuran los límites de la Alemania que hoy conocemos. Industria, cultura, democracia y determinación vuelven a ser los pilares del milagro alemán.

Altes Museum

   La mejor forma de conocer los aspectos del Berlín que se convertiría en el vórtice de guerras mundiales durante el siglo XX es pasear por la Isla de los Museos. En el centro de la ciudad, el río Spree se divide en dos a través de un canal que comienza su transcurso pasada Friedrichstr formando una isla alargada hasta las cercanías de Bruckenstr donde el Spree vuelve a ser uno. Cruzar la isla de lado a lado nos va a permitir viajar desde 1830 a 1930. Cien años para admirar los tesoros más codiciados de Berlín. Necesitará estar fresco y cargado de optimismo pues es fácil derrumbarse ante la magnitud de la empresa. Museumsinsel, o la Isla de los Museos, es un viaje de 6000 años de arte. Prepare su capacidad de frustración para enfrentarse a lo inabarcable y busque en su cartera la tarjeta de viajero VIP porque esta Isla es un regalo para los dioses. 

El Joven rezando

   En 1830 se inaugura el Altes Museum. Berlín es una ciudad arrastrada por la Revolución industrial. El primer tren llega a Potsdam este mismo año. Las fábricas se alzan por toda Berlín y las migraciones del campo a la ciudad son abrumadoras. Hay trabajo, colapso y reivindicaciones de libertad y mejoras para el pueblo. El edificio nace ajeno a esta realidad y se presenta como una pared de columnas interminable tan descomunal que requiere un tiempo para respirar. Con grandes letras doradas se nos recuerda quién fue el impulsor del museo, Federico Guilermo III. Cien años atrás, Berlín fue llamada la Atenas del Spree. Con este edificio, seguramente, recuperaría el título. El interior es un bufé libre para los amantes de la cultura clásica que disfrutarán de una orgía de mármol. Es imposible no caer rendido ante la escultura de El joven rezando (300 a.C.).

Neues Museum

Escalera de hormigón en Neues Museum

    Con Federico Guillermo IV al mando y litigando con las revueltas que animaban los liberales y nacionales deseosos de un parlamento, se alza en 1855, el Neues Museum. De estilo neoclásico, y duramente golpeado tras la II Guerra Mundial, el Nuevo Museo abrió en 2009 para guardar los tesoros egipcios del reino alemán. También encontramos en su interior un ala dedicada a la Prehistoria e Historia Antigua. Pero no nos engañemos, la diosa que reina en las salas del Neues Museum se llama Nefertiti (1330 a. C.). Las salas que no sucumbieron a las llamas y la llamativa reinterpretación arquitectónica del edificio son dignas de admirar. Un nuevo enclave para disertar sobre la confluencia de estilos y materiales que tiene su epicentro en la megalítica escalera de cemento que perfora el edificio.

Alte Nationalgalerie

   1876. La Isla de los museos vislumbra un nuevo museo. La Alte Nationalgalerie es un templo griego adosado a una doble escalinata que nos lleva definitivamente a la Acrópolis de Atenas. No resulta tan fastuoso como el Altes Museum. O será que nuestros ojos ya se han acomodado a la grandiosidad de la isla. El edificio nace inmerso por la amplitud de miras de Guillermo I, cercano al progreso y con ganas de delegar poder. Surge la figura del primer ministro encarnada en Otto von Bismarck encargado de unificar a Alemania bajo la batuta de Prusia. En el interior, la Alte Nationalgalerie nos guiará por la pintura del siglo XIX. Para nuestro gusto, algo flojo. Podría caerse de tu viaje si no te seduce la pintura impresionista a granel.

Bodemusuem

Hall de entrada al Bodemuseum

   Cambiamos de tercio arquitectónico y nos trasladamos a la esquina norte de la isla. Allí crece el Bodemuseum en 1904. Con una propuesta neobarroca la grandiosa cúpula de bienvenida es uno de los reclamos del edificio. Tan sólo una década después, Alemanía se vería arrastrada a la Gran Guerra de la mano del vecino austro-húngaro. Con una de las mejores colecciones de escultura del mundo, el Bode, de espaldas a sus clásicos compañeros, nos presenta un revoltijo de obras de Italia y Alemania difícil de consumir para el turista medio. Un paseo por el edificio es agradable, pero entumecido por lo visto hasta ahora resulta algo tedioso. Pero si andas animoso la portentosa sala de entrada tiene una belleza innegable.

Sección central de la fachada del mercado de Mileto

Detalle Puerta de Ishtar

   Tras la I Guerra Mundial, Alemania resurge una vez más con el brío al que ya nos tiene acostumbrados. La década de 1920 es cabaret, intelecto y modernidad. Einstein, seguramente, pasearía por Museumsinsel con la misma fascinación con la que lo hacemos nosotros. La Gran Depresión de 1929 golpea a Berlín una vez más destrozando sus sueños de libertad y prosperidad. Es en este fragor en el que se levanta la gran tapadera arquitectónica de tres cuerpos que es el Museo de Pérgamo. Y decimos tapadera porque es el primer museo que se construye sobre las obras. La grandiosidad de los tesoros que lo componen sirven de estructura al edificio; como la Puerta de Ishtar, el Altar de Pérgamo o la fachada del Mercado de Mileto. En 1930 se concluyen las obras. Tres años después, Hitler será nombrado canciller. El Museo de Pérgamo es el principal atractivo turístico de Berlín. En el se inscribe la enormidad de Grecia, Roma, Babilonia y Oriente Próximo. Para entrar en este museo has de estar preparado para: -"Llorar a moco tendido". Obviando la exageración, no podemos discutir el diálogo interior que se produce entre el visitante y lo expuesto. Crea valor la frase de: "hacer historia". Codearse con los tesoros del Pergamonmuseum es sublimar como especie a cada paso. Si su intención es ir en los próximos diez años a Berlín prepárese para quedarse a medias. El museo de Pérgamo se encuentra atrapado bajo una bestial restauración que tiene más de la mitad de su espacio cerrado por obras. Los proyectos para la joya de Museumsinsel consisten en crear una cuarta galería de trazado contemporáneo dejando un monumental patio interior. Además se creará una galería coracha anexa al edificio que servirá de acceso principal.

Catedral de Berlín

   Durante nuestras idas y venidas por la Isla hemos tenido una fiel compañera que ha observado paciente como queda relegada a un segundo plano. Hablamos de la Catedral de Berlín. Restaurada en los noventa tras los destrozos de la II Guera Mundial muestra su cara neobarroca con menos altura de la que inicialmente tuvo a principios del siglo XX. Las verduscas cúpulas de cobre y la suciedad que enmarca su fisonomía la dota de un aspecto lánguido y romántico. Nada que ver con el exultante interior preñado de color y monumentalidad.

Espectacular sala de Prehistoria en el Neues Museum

   La tarde cae sobre la Isla de los Museos. El frío se acrecienta y los turistas partimos en retirada. En invierno todo cierra muy temprano. Las sombras de las grúas del Pergamomuseum y del Humboldt Forum se tienden impacientes sobre la Isla. Es hora de recapitular. Sopesar sobre la oportunidad que ofrece Museumsinsel para viajar por el mundo en menos de un día. Reflexionar ante las fastuosas salas decimonónicas, que son joyeros a medida de las obras que contienen, y que llegan a robar el protagonismo a algunas de sus piezas. Entendemos perfectamente que este lugar forme parte del Patrimonio de la Humanidad. Por otro lado, nos quedamos perplejos ante las enormes obras que surcan la Isla y se nos queda una media sonrisa de nerviosismo en la cara al escuchar un deseo que nos palpita desde muy dentro y que nos susurra: - "Tenemos que volver cuando todo este terminado. Será grandioso. "

¡¿Más?! Allí estaremos.


Vista de la Isla de los Museos tras las obras. Bodemuseum, Pergamonmuseum, Neues Museum, Alte Nationalgalerie y Altes Museum (de arriba a abajo y de izquierda a derecha)


RECOMENDACIONES:

- En las oficinas de turismo podrás hacerte con la Museumpass. Por 24 euros tendrás acceso a estos y muchos otros museos de la ciudad durante tres días. Una auténtica ganga.

- Desayuna fuerte, seguramente no querrás perder tiempo para comer hasta el cierre de los muesos.